Testimonio de una madre excepcional
- integracionsensori

- 9 sept 2015
- 3 Min. de lectura

Fuente foto: SS, freeimages, http://es.freeimages.com/photo/meditation-1434899
Una amiga muy cercana, al enterarse de que estaba trabajando en el blog Tengo siete sentidos, escribió unas líneas para compartir su experiencia con esta terapia. Estoy segura de que leer estas palabras que vienen de una persona que ha hecho todo lo que nos podemos imaginar para trabajar con su niño, nos ayudará a confiar más en la estimulación sensorial y, posiblemente, aliente a algunos lectores a buscar más información sobre este tema o les animará a usarla como terapia para sus pequeños.
Mi experiencia con la terapia sensorial.
Tengo un niño de 10 años que tiene autismo y epilepsia. Él nació perfectamente normal, pero a los 2 meses empezó a convulsionar. Es refractario a medicina por lo tanto aún tiene convulsiones diarias, las cuales impiden su desarrollo normal a nivel cognitivo, motriz y de lenguaje.
Mi hijo ha pasado por muchísimas terapias:
Física
Psicopedagógica
Lenguaje
Psicológica
Ocupacional
Desensibilización
Además de muchas terapias alternativas como:
Magnetoterapia
Acupuntura
Bio regeneración
Pero a pesar de que con estas algo ha avanzado, he encontrado mucha satisfacción en la terapia de integración sensorial. La terapia la realicé en el centro Sensorium.
Al inicio cuando fui por primera vez, realmente pensé que era una terapia más, pero me di cuenta que esta realmente le servía a mi hijo.
Al recibir el mínimo de estrés, mi hijo convulsionaba y obviamente yo tenía que sacarlo, sin embargo en esta terapia mi hijo se quedaba muy tranquilo a pesar de que es hipersensible al tacto. La terapista lo acariciaba, tocaba su espalda sus hombros (en mi presencia) utilizando mucha expresión oral e integrando al tacto. Mi hijo nunca rechazó esta terapia, a diferencia de la terapia de sensibilización, ya que utilizaba mucho el lenguaje.
Él entró y encontró muchos juguetes; por ejemplo, le daba carros y una pista y la terapeuta realizaba ruidos que se asemejaban a los del carro mientras mi hijo los hacía rodar y, al mismo tiempo, acariciaba su espalda. Además era muy expresiva, vocalizaba y gesticulaba muchísimo.
Me realizó un video de la manera en que yo jugaba con mi hijo, igual hizo con su papá y nos explicó todos los errores que teníamos como no dejarlo explorar por sí mismo, no aprovechar al máximo su curiosidad, no utilizar los momentos precisos y unirlos con estimulación sensorial.
Me recomendó que acudiera con mi hijo frecuentemente a la piscina, ya que mi pequeño necesitaba una especie de cobija sensorial para sentirse tranquilo; por lo tanto, empecé con natación.
Así, usando las dos terapias, mi hijo empezó a sentirse más tranquilo y sus niveles de ansiedad bajaron. Además, cuando utilizaba la terapia sensorial mientras mi hijo aprendía, lograba captar su atención y conseguía mejorar muchísimo su nivel de concentración.
Después, la terapista la unió con música, ya que se dio cuenta que mi hijo era muy auditivo; así, además de los ruidos que ella hacía y el tacto, acompañaba cada movimiento con otra persona presente que tocaba el tambor, la guitarra y aumentaba aún más el estímulo sensorial.
Mi hijo duerme en las noches envuelto en una cobijita y nos ha funcionado muy bien. Le comentábamos al neurólogo que nosotros, sus papás, podíamos parar sus convulsiones y la primera vez nos dijo que eso era imposible. ¡Pues sí!, ¡lo hacíamos! Cada vez que él empezaba a convulsionar, nosotros aplicábamos un estímulo más fuerte, como golpear su pecho, y la convulsión se paraba. Nosotros hemos continuado así y nos ha servido mucho.

Comentarios